Los traumas infantiles no superados de los padres. Educar con una herida
Si he tenido una infancia complicada y arrastro heridas emocionales, ¿voy a ser un mal padre o madre?
- Si tengo traumas infantiles no superados, ¿seré un mal padre?
- ¿Qué situaciones de la infancia se pueden convertir en un trauma?
- ¿Cómo afectan a los niños las heridas emocionales que los padres arrastran?
- ¿Qué se puede hacer para evitar que estas heridas afecten a los hijos?
- La paternidad como una ayuda para el adulto herido
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No existe un manual que nos diga cómo ser buenos padres, eso es seguro. Cada quien tiene su manera de crianza y todos intentamos hacerlo lo mejor que podemos con nuestros hijos. Pero sobre todo hay que recordar que nuestro pasado no debe influir en nuestro presente como padres y mucho menos en el futuro de nuestros hijos. Es decir, no podemos permitir que los traumas infantiles no superados de los padres acaben afectan a los niños.
Si eres padre y te sientes identificado con este tema, no te pierdas todos los siguientes consejos. Hablaremos sobre criar a los hijos tras una infancia traumática que nos ha dejado heridas emocionales, para que puedas darle todo el amor que se merecen.
Si tengo traumas infantiles no superados, ¿seré un mal padre?
Algunos adultos están preocupados por si el hecho de haber tenido una infancia complicada les convierte o convertirá en malos padres. Esto no necesariamente es cierto, pues existe una cantidad importante de madres y padres que han crecido en ambientes negativos o complicados que logran trabajar sus problemas y evitan que estos se repitan una vez se han convertido en padres, tomando precisamente el trauma como ejemplo para ello.
¿Qué hacen estos padres que logran sobreponerse a ello? Son capaces de reflexionar sobre su historia y tomar un aprendizaje que les facilite el poder regular las emociones difíciles que surgen durante la maternidad o paternidad. Tomando esas heridas del pasado como parte de su identidad pero no como algo que los define por completo, ofreciendo así seguridad para sus hijos, en lugar de traspasarles sus conflictos.
Ahora bien, también existe una pequeña población de padres que arrastran sus problemas infantiles consigo y terminan convirtiéndose en progenitores que dañan a sus hijos. Debido a que no pueden controlar sus emociones y se descargan o se proyectan en su descendencia.
¿Qué situaciones de la infancia se pueden convertir en un trauma?
¿Qué situaciones de la infancia pueden llegar a convertirse en un trauma que arrastramos en la edad adulta? Pueden ser los traumas visibles y que conocemos a diario en noticias, como los maltratos físicos e íntegros, negligencia infantil, abandono emocional, etc. Pero también podemos hablar de microtraumas acumulativos, los cuales pueden parecer insignificantes pero que cuanto más pasa el tiempo y se acumulan sin llegar a ser resueltos dejan heridas emocionales graves.
Por ejemplo, críticas, exigencias y demandas demasiado duras para los niños, los cuales crecen sintiéndose inseguros y poco valiosos o entornos donde los padres no controlan sus emociones y descargan sus energías con todos, haciendo el ambiente tenso e incómodo.
También podemos nombrar la sobreprotección, que genera daños en cuanto a la independencia infantil, ya que crecen con pocas herramientas para ser funcionales, regular sus emociones, adaptarse al mundo y resolver sus problemas.
¿Cómo afectan a los niños las heridas emocionales que los padres arrastran?
Si eres padre o madre que vivió una infancia traumática es comprensible que te preguntas de qué forma tus heridas emocionales pueden afectar a los niños. En este caso podemos esperar diferentes respuestas:
- Padres que reviven sus experiencias infantiles estando con sus hijos, tanto buenas como malas. Ya que los niños reactivan las experiencias negativas de cuando fuimos más jóvenes.
- Padres que no consiguen ser empáticos con sus hijos, debido al desbordamiento emocional y los conflictos no resueltos. Lo cual es un problema ya que esto impide una buena crianza al no poder discriminar y controlar sus conductas o necesidades. Para que se pueda dar una crianza respetuosa es importante que los padres tengan empatía y sepan ponerse en la piel de sus hijos.
- Padres que generan discursos distorsionados y rígidos sobre sus hijos, es decir, que proyectan en ellos sus propias heridas emocionales. Por ejemplo, interpretan que sus hijos tienen muy malas conductas y son lo peor, cuando no es el caso.
¿Qué se puede hacer para evitar que estas heridas afecten a los hijos?
Hay que entender primero que es normal tener idealizaciones con respecto a la maternidad y paternidad y que estas causen malestar cuando nos damos cuenta de que no son reales. Esto surge por todas las expectativas y miedos que poseemos para esforzarnos en dar una buena crianza y se debe estar siempre feliz.
Pero esto no será así todo el tiempo, la paternidad es difícil y abrumadora y es normal sentirnos cansados, tristes, irritados, confundidos, impotentes o ansiosos, lo importante es no dejarnos llevar por estos sentimientos negativos.
¿Por qué esto último? Debido a que si las emociones negativas superan y nublan a las positivas y llenan la experiencia de la crianza, se crea una dificultad para la misma y es ahí cuando se necesita de asistencia psicológica. Aunque antes de ello, puedes intentar hacer dos cosas más personales:
- Rodearte de un círculo de apoyo positivo que te ayude a enfrentar y superar esas dificultades negativas de la paternidad, que favorezcan a la crianza y te saquen del aislamiento.
- Hacer una revisión y reflexión personal interna, sobre nuestras experiencias pasadas y sobre lo que queremos transmitirle a nuestros hijos. De manera que puedas entender cómo tu historia influye en tu papel de progenitor.
La paternidad como una ayuda para el adulto herido
'Convertirse en madre o padre es también una especie de segunda oportunidad para los adultos heridos'.
Tener un hijo abre la oportunidad para que los padres logren ofrecer a sus niños eso que les faltó en su infancia, pues cuando damos eso que no tuvimos, de alguna forma logramos hacer las paces con nuestro niño interior, nos reconciliamos con los daños y logramos aplicar ese dolor que ha estado presente.
Aunque también existe un peligro con esto de dar todo lo que no tuvimos, ya que podemos pasar fácilmente hacia el otro extremo, es decir, que sean padres demasiado permisivos o sobreprotectores. Lo que también causa heridas diferentes que dañen a la larga a sus hijos.
Por lo que debemos tratar de encontrar un balance, no ser demasiado permisivos pero tampoco restringir el amor que le damos a nuestros hijos.
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