Simón y su pulga. Cuento infantil sobre la amistad
Cuento sobre el valor de los amigos en la infancia
- Cuento infantil sobre la amistad: Simón y su pulga
Los amigos son muy importantes, no hace falta tener muchos pero sí muy buenos. Los buenos amigos nos escuchan, nos entienden, nos apoyan y están en los malos y buenos momentos.
Para hacer comprender a los niños el valor de los amigos en la infancia, te proponemos que leas este enternecedor cuento, Simón y su pulga, un cuento infantil sobre la amistad, que luego podéis comentar en familia para extraerle todo su significado.
Cuento infantil sobre la amistad: Simón y su pulga
Simón era un perro abandonado. No tenía familia, ni casa ni ocupación. Lo único que tenía el pobre Simón era una presumida pulga entre su pelo.
- Simón, no sirves para nada. No te quieren en ningún trabajo y cada día estás más flaco. Si esto sigue así me veré obligada a abandonarte yo también –solía decirle la pulga con aires vanidosos.
- Soy un perro honrado. Solo me falta suerte en la vida. Además toco bien la armónica.
- Eso es cierto, pero, ¿de qué te sirve?
- Me sirve para acompañarme y sentirme vivo.
- ¡Tonterías! –exclamó la pulga riéndose del perro.
- No te rías de mí, los dos tenemos algo en común –continuó Simón.
- ¿Qué tenemos en común?
- Tu nombre y el mío, ambos tienen cinco letras.
- Creo que es lo único que tenemos en común –contestó orgullosa la pulga.
Simón pasaba las frías noches del invierno en un destartalado pajar abandonado.
Se tumbaba sobre un montón de paja que le proporcionaba calor. Aquella heladora noche sintió mucho frío y tuvo que escarbar entre la paja para arroparse. Con tanto movimiento, sucedió que la pulga se rozó con una brizna de paja y se cayó al suelo del pajar.
Simón la buscó entre el montón de paja. Como estaba muy oscuro no lograba encontrarla.
La llamó varias veces.
- ¡Pulga, pulguita! ¿Dónde te has metido? ¿No querrás abandonarme tú también?
La pulga no sabía lo que hacer. Se encontraba perdida entre tanta paja y no paraba de estornudar. Estaba muy triste y se dio cuenta entonces de lo mucho que necesitaba a Simón.
-¡Qué orgullosa y vanidosa he sido! Simón es un buen perro y he tenido que perderle para darme cuenta.
Simón no sabía qué hacer. Pensaba que era el final de su larga relación con aquel animalejo que cosquilleaba sus costillas.
Simón tocó con su armónica la más bonita de sus canciones.
La pulga escuchó la melodía, el sonido llegaba claramente hasta ella. Simón no podía encontrarse muy lejos. Guiada por la música, que cada vez oía con mayor intensidad, logró ver un destello de luz. Era el metal de la armónica de Simón.
Tomó aliento y contrajo todas sus patitas. Saltó como nunca antes lo había hecho.
La pulga consiguió subir a la armónica que seguía tocando Simón.
El perro, loco de contento, veía dar saltos a la pulga al compás de la canción. Lo cierto es que bailaba fenomenal.
- Perdóname, Simón. No he sido justa contigo –se disculpó la pulga.
- Vuelve a mis lomos, pulguita. A partir de hoy nuestra suerte cambiará.
- Gracias. ¡Qué calentita estoy aquí entre tu pelo!
Los dos se arremolinaron y durmieron hasta el amanecer.
Tiempo después, cuenta la historia, que Simón y la pulga formaron un dúo muy famoso de artistas. Entre canciones y bailes consiguieron comprar una casa para vivir cómodamente y ser felices para siempre.
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