Por qué los padres no deben insultar a los niños nunca
Estas son las graves consecuencias que causan las ofensas y los insultos de los padres en los niños
- ¿Qué razones tienes para insultar a los niños? Las 3 IES
- Razones por las que los padres no deben insultar a los niños
- Y cuando son los niños los que insultan a los padres
El poder de las palabras puede ser más efectivo en un niño que las propias acciones negativas como, por ejemplo, un castigo. Hay familias que no ven un insulto ponerle un mote al niño o decirle cosas como 'eres un vago', 'eres tonto', 'qué feo estás hoy'… No consideran que pueda tener algún impacto significativo en el desarrollo de su hijo, sin embargo, puede hacer más daño de lo que imaginas.
Por eso, en Guiainfantil.com vamos a hablar sobre los motivos por los que los padres no deben insultar a los niños nunca y sobre las consecuencias que podría acarrear este gesto.
¿Qué razones tienes para insultar a los niños? Las 3 IES
Se define insulto como aquellas palabras que decimos a una persona con el fin de ofender, despreciar, agredir o burlarse en un momento determinado. Por tanto, cualquier palabra según el contexto y el tono en el que la utilices puede llegar a ser un insulto.
- Insensibilización
En ocasiones, estamos tan habituados a faltas de respeto que nos hacemos inmunes ante ellas e infravaloramos el impacto que puede tener en un niño. Si quieres estar seguro de si es un insulto o no, basta con imaginarte que tu hijo o tu pareja te lo dijera a ti en un momento dado. ¿Sentirías que está siendo cariñoso?
- Incompetencia
A veces, las situaciones nos superan y cuando sentimos que nada funciona y nos encontramos sin estrategias suficientes para gestionar un conflicto, utilizamos cualquier recurso para frenarla, aunque eso signifique dañar a los demás.
Quizás puedas llegar a pensar que el insulto pueda ser efectivo para conseguir que tu hijo te obedezca o logre entrar en razón, sin embargo, deberías conocer las consecuencias que tiene insultar para valorar si te compensa hacerlo.
- Impulsividad
Sabes la teoría y que no se debe hacer, pero la situación ha llegado a desbordarte tanto que no estás sopesando los pros y los contras y te dejas llevar por la circunstancia. Un adulto debe controlar la situación y no ponerse a la altura de quien más le importa, o incluso superarle, sin tener presente lo que ese 'daño' le puede ocasionar realmente. Hay que recordar que un menor tiene menos estrategias que un adulto, aunque a veces puedas llegar a pensar lo contrario.
Razones por las que los padres no deben insultar a los niños
A continuación, te resumimos algunas de las consecuencias que los insultos pueden causar en la vida emocional y social de tu hijo.
1. Los insultos dañan la autoestima
Expresiones como '¡Qué gordo estás!' o '¡Qué vago eres!' no animarán a tu hijo a que cambie de actitud, todo lo contrario. Lejos de motivarle de algún modo, fomentas la inseguridad en tu hijo y que aumente su rechazo por cambiar.
2. Tu hijo no aprenderá a expresar emociones
El insulto es el recurso más básico e ineficaz para exteriorizar emociones. Por eso, cuando los niños pequeños se sienten frustrados recurren al 'mala' o 'tonta', en vez de 'estoy enfadado porque no me dejas salir al parque'. Esta segunda opción es más elaborada y requiere un nivel emocional superior.
Por eso, es fundamental que tanto tú como tu hijo aprendáis a gestionar las emociones de una forma diferente. Si tú como modelo no sabes hacerlo, difícilmente vas a poder manifestar sus emociones de forma adecuada cuando sienta ira o miedo.
3. Te restan autoridad, enfrían la relación y producen sumisión
Esa forma de dirigirte a tu hijo puede que consiga que deje de cuestionarte ciertos límites o valores en ese momento, pero no hará que te respete, confíe más en ti o interiorice lo que inicialmente tratabas de enseñarle. Lo más probable es que con el tiempo ignore aún más esas enseñanzas, aumenten los conflictos y las faltas de respeto.
4. Provocan falta de empatía y poca tolerancia ante opiniones diferentes
Los insultos hacen que tu hijo deje de ponerse en el lugar de los demás y, por tanto, considere que las faltas de respeto son las únicas herramientas válidas para imponer su criterio frente al resto. Sin embargo, es fundamental que aprenda que, aunque tenga razón, no todo vale para que los demás entiendan su punto de vista.
5. Favorecen resolución de conflictos de forma agresiva
Tu hijo imita la forma que tienen las personas de su alrededor para resolver sus problemas cotidianos y tú, al ser una de las figuras de referencia, estás favoreciendo que tanto en casa como fuera de ella tenga ciertas actitudes agresivas; que estas sean verbales no las convierte en menos graves. Lo que al final se traduce en un clima de tensión en casa, problemas en el colegio o con sus amigos.
6. Potencian sentimientos de ira y venganza
Cuando hieren tus sentimientos y te faltan el respeto, sientes el deseo de responder y defenderte de todo ese dolor que estás sintiendo en algún momento y empiezas a desarrollar odio. Por tanto, no reflexionas sobre los motivos por las que esa persona te dijo eso, no buscas resolver el conflicto o perdonar a los demás, sino generar daño en la otra persona.
Y cuando son los niños los que insultan a los padres
La periodista Sandra Llorente nos aconseja que cuando un papá o una mamá se encuentra en una situación desesperada en la que NO consigue que su hijo o hija deje de insultarles, maltratarles psicológicamente y/o físicamente, tenga la edad que tenga, lo más sensato es buscar la ayuda de un profesional. En este sentido, existen 5 aspectos a tener en cuenta.
1 - La edad del niño
No, no es lo mismo un insulto de un niño de 4 años, de uno de 7 u 8 o el de un preadolescente de 14. Los primeros no conocen sus propias emociones y no ha aprendido a controlar aún sus sentimientos; los de 7 puede que esté probando su propia autoridad, y los de 14 puede haber sido debido una subida hormonal o puede ser un problema de comportamiento. En todo caso se debe corregir desde el principio la conducta de insultos.
2 - Poner límites a los niños
Todos los psicólogos coinciden que los padres tienen que poner límites a sus hijos. El problema es cómo hacerlo. Y aquí creo que entra nuestra propia responsabilidad como padres y madres. Tenemos que aprender a ser firmes pero con normas muy definidas. Si no lo sabemos hacer, debemos buscar información, ir a cursos, hacer una consulta con un psicólogo, charlas... ya aviso que existen un sinfín de teorías y formas de actuar.
3 - La reacción de los padres
Es importante reaccionar cuanto antes al primer insulto, tenga la edad que tenga nuestro hijo. Por supuesto, la clase de límite que le pondremos debería ser acorde a la edad. Pero ¿qué pasa con los casos en que el insulto es una forma de agresividad? ¿Cómo reaccionamos? Una vez más, dependerá de la edad, pero lo que parece que los expertos concuerdan es que en ningún caso se debe reaccionar con la misma agresividad que los niños, es decir, no se debe insultar, gritar, muchos menos pegar. No perder los nervios es la mejor estrategia para enseñarle a nuestros hijos que ese tipo de actitudes no les funcionarán para salirse con la suya.
Reacciones como no hacer caso o incluso reírse de la situación, no combatirán la agresividad de los niños hacia sus padres. Hay que ir más allá y buscar ayuda profesional. Los expertos coinciden en que si desde un primer momento se reacciona ante el insulto, no será algo que se repetirá más. Cuanto antes atajes el problema, antes se solucionará y no irá a peor.
4 - El sentimiento de culpa de los padres
Muchos padres se sienten culpables ante el mal comportamiento de sus hijos. Este sentimiento es muy poderoso, tanto que algunos padres acaban hasta justificando los insultos de sus hijos. Es importante no dejarnos llevar por el sentimiento de culpa, pero eso, advierten los expertos, no significa que eludamos nuestra responsabilidad como padres. Debemos dejar atrás esa idea de que nuestros hijos son así por la escuela o los amigos que tienen.
5 - Seguridad y firmeza
Ser firmes con los hijos no significa ser malos o ser demasiado autoritarios, sino tener seguridad en nosotros mismos. Una vez que logramos ser personas seguras, eso se transmite a nuestros hijos. Cuando decidamos ponerles límites a nuestros hijos, hay que hacerlo con seguridad, sin nervios, con una voz calmada pero firme, sin dudas. Eso no significa que no podamos admitir errores ante nuestros hijos, en realidad no tiene nada que ver. Pero un insulto de tu hijo o hija es un error de él o ella, no tuyo, y, por tanto, debe asumirlo como tal. Recuerda siempre que la seguridad y la calma son tus mejores armas.
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